Mis experiencias de viajes de placer, negocios, aventuras viajeras por todo el mundo. Una confesión de lo que hago y mis comentarios globales a cerca del mundo en el que vivimos.
CONFIESO que he VIAJADO - Día 26. Urgencias!
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Era el día prometido para tomar una caldosa en San Miguel en casa del Padrino.  Fue su mamá y varios amigos .Se montó una  fiesta de tambor buena  y potente. A eso de la media tarde cuando estamos comiendo Angelito se acerca al Padrino y le dice:
  - Asere ven aquí un momentico.
- Asere ¿que te pasa?
-    Tengo que ir al Hospital.
-    Bueno espera un rato.
-    No. ¡Tengo que ir al hospital ya!

Angelito tiene una bajada de Azúcar. Si recordamos que es diabético y que su peso es considerable, sólo de pensar que se caiga al suelo no sé como lo vamos a levantar. El Padrino me llama con cara de urgencia, eso es preocupante porque es un hombre seguro de sí mismo, con una consciencia mucho mas desarrollada de lo natural.  En 30 segundos estamos subiendo  al coche,  en total vamos cuatro. Rápidamente se me pasa un pensamiento negativo por la cabeza. ¿Y si esto no arranca?  Por “San Lázaro” que se me muere en el Moscovich y eso no estaba contemplado. Meto la llave en el coche giro y  con su sonido ronco,habitual  en el Moscovich empieza a funcionar.

Todos vamos como ropa de la ceremonia con los collares de Eggun, nuestros abalorios, nadie había dudado en subir al coche sin reparar en quitarse la ropa y eso, va a generar comentarios por todo el reparto. Me meto por las calles de San Miguel, llenas de baches y rezo porque no se me cale, que no ponche, que no se me desmonte el coche por Inzambi , esto es lo último. Me acuerdo de  Indira que me dice que cuando  no es un problema es otro, que los Moskovich siempre tienen algún roto. Pero rezo por que mañana, si es preciso, se me rompa 30 veces, pero que no sea ahora.  Giro por una calle a la izquierda y toda ella está embarrada por la lluvia del huracán. Es fácil quedarse en cualquier hueco lleno de barro. Espero que no patine le doy velocidad sin traccionar en marchas largas casi lo dejo ir por su peso. Calle a calle voy paseado por todo el reparto. La gente parada en las puertas de las casa miran con curiosidad dentro de coche, algunos saludan por que conocen al padrino pero este, con cara seria ni contesta. Con precisión Suiza voy vadeando los baches y grietas sin brusquedad para no patinar las ruedas, aprovechando la inercia para que el vehículo solo tenga que rodar por encima del barro prácticamente sin necesidad de acelerar.

Sigo la calle el padrino me indica derecha…. Izquierda , por ahí . Sigue recto. Me angustio sólo de pensar que el coche se pueda quedar parado. Angelito mientras tanto, no habla, un sudor frio le impregna su inmensa frente y la da un aspecto preocupante.

Después de unas indicaciones para subir una loma, aparece una calle de asfalto, bendito asfalto, la cruzo y en la bajada opuesta de la loma está el ambulatorio. Después de sortear un par de grietas en el asfalto con mucho cuidado para  no ponchar y no atascar el coche en el fango, Llegamos a la puerta del  hospital, porque no decirlo, más deprisa  que otra cosa. Las calles son de tierra compactada con muchos surcos debido  a las torrenteras que provocan por la lluvia  y entro a todo meter. Llevo todos los kilos del mundo concentrados en el asiento del  acompañante.

No puedo decir que Angelito estaba pálido pero la verdad tenía muy mal aspecto, con un sudor de gotitas que le daba un brillo de cerumen a toda la superficie de su cara y los brazos.
Al verle las enfermeras corren y nos prohíben pasar. Al contar que es diabético directamente le administran  Oxigeno y le llevan a la sala de observación. Nos prohíben pasar pero  cuando se quieren dar cuenta estamos dentro de la sala  van a hacer el gesto de decirnos que nos vayamos pero nos miran y se marchan. Entran una especie de custodios que nos van a decir  que salgamos pero después de mirarnos  ocurre lo mismo, deciden dejarnos estar en la habitación.  

A las dos horas Angelito tiene las constantes estables y le retiran el Oxigeno le dicen que ya se puede marchar pero que tenga cuidado. Nos marchamos a coger el Mosca y todos me miran asombrados cuando le digo chillando con cara de loco al coche.

-    Ahora sí.. rómpete las veces que te de la gana RÓMPETE.

La fiesta acabó a las 8 de la tarde. Yo quería ir a Fresa y Chocolate ,un club de jazz que los domingos por la noche se pone bien, así que a eso de las 8:30, me pongo en marcha con el coche lleno de peña,. Algunos ni los conocía. Cuando voy entrando en La Habana y al pasar por cuatro caminos, dejo al primero. Un hombre desde la sombra ya a oscuras me dice.
-    Te doy  2 dólares hasta 23.

“El punto” era bueno pero el coche iba lleno. Yo iba para 23 pero no era el momento. Le dije que no y espero no tener que  arrepentirme al final del viaje.
He seguido el consejo de Carlitos de ir por el medio de la calle para no “ponchar” .El centro está mas limpio no hay cristales ni clavos. Parece que ha funcionado porque llevo unos cuantos días sin pasar por la ponchera. Veo que es otra adaptación que estoy consiguiendo.

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