El día amanece con un color del cielo plomizo. Dicen que estamos bajo la influencia de un huracán llamado Irene .El ojo de Irene, va a pasar por el Norte, a unas 200 millas de Cuba. En principio parece una distancia considerable, pero a veces las influencia ciclónicas traen mucha inestabilidad y por su puesto lluvia. Que en el caso de Cuba suele ser mucha lluvia.
Arranco el coche dentro del jardín y como siempre, arranca a la primera. Sonido ronco y de un estruendo está en marcha, simplemente Ruso. Uno de los “galos” me mira desde su ventana sonriéndome. Es anticuario y se ha enamorado del Moscovich me mira y se ríe.
- Antes de igte me tienes que dag el teléfono del pgopietagio.
Es que este buen hombre piensa que mi amigo se lo va a alquilar y todavía no le he metido en el melón que no me lo alquiló. Uno de los problemas de los extranjeros camajanes(9b*) es que etiquetan enseguida que todo lo que hacen los habaneros es por dinero y no entienden que hay gente que tiene amistad de verdad.
He ido a primera hora a la gasolinera, a poner gasolina “motol”. Me la ponen sin problemas, ya me conocen, siento que dentro del coche, se me está pegando más peste a gasolina de lo habitual, pero no le doy importancia.
He circulado con tranquilidad por toda La Habana y aunque me piden boteo, no encuentro “al Punto” objetivo de mi historia. Esa noche Julito Padrón me ha dado tres invitaciones para ir a verle al teatro Garcia Lorca. Vamos y vemos una actuación estupenda del Grupo Interactivo que toca con Bobby Carcasez. La verdad me han impresionado, están muy fuertes. Ha llovido bastante durante la actuación, así que cuando salgo a coger el coche, me encuentro que el suelo tiene agua. Ah! esto es importante porque veo que si llueve hay que dejarlo en algún sitio resguardado o me puedo encontrar con una piscina portátil y a lo peor ni arranca.
Qué va, el “Mosca” Arranca sin problemas y con las luces puestas, luces con las que no se ve casi nada. Veo que sale humo por delante de los faros y me contesto. “Claro por eso huelo a humo”. Dejo a mis invitados en sus respectivas casas y me dirijo a la puntilla dando un paseo en el Moscovich por el malecón con las ventanillas abiertas. Este es quizá el único momento del día que uno puede tener cierta sensación de frescor.